Del Ciber cadáver Delicioso

¡Está vivo! ¡Vivo! ¿qué les parece nuestra creación chicos?

Yo, alquimista de mí mismo, vivo en la oscuridad del alma, el corazón jadeante y la eterna transformación/ con una eterna preocupación / que carcome mis entrañas, mientras la pasión por ti muere al mismo tiempo que hace explotar mi cabeza, pues no quiero amar si no es amarte a ti / mujer de dorados cabellos.

Déjame perderme en lo hondo de mí donde / se esconden las sucias cucarachas que reconfortan la soledad / cuando nos pensamos vacíos en el hastió que causa nuestra obsesión. / Esta obsesión por la muerte en el viene desde que se enterraba en tierra pensando cómo se sentiría que la tierra te desintegrara poco a poco. Sentía e imaginaba los pies fríos cómo eran devorados por los gusanos, ácaros, arañas y toda la fauna que vive en ese inframundo y cómo seria su cuerpo totalmente desintegrado.
¿Dejarían un hueso? ¿Habría un cacho de alma en ese hueso? Su cara completamente desfigurada, ¿podría sentir en algún nervio olvidado por un gusano? Todos los días al enterrarse en la tierra meditaba en estos menesteres. ¿Qué sería lo primero que se comerían? ¿Los pies fríos? o ¿el corazón aun tibio? /

Los pies fríos ¿y el corazón? ardiente. Todas las noches, a la luz de la luna, la compañía preferida. Las manos, las caricias, el aliento: dulces dosis de locura reinante. El cuerpo tibio, su aroma, pasión encarnada: la carne, hermosa carne trémula, titubeante como la llama de una vela. El deseo precipitándose como primera lluvia de verano: padecer, sufrir, gozar, explotar. Muerte, ante la perfección no hay otro camino. La petite mort, el camino a la eternidad fugaz siempre interrumpido. Eros y Tanatos en un juego de placer embriagante. /

Y entonces le dejé el trabajo a los sentidos, y me despegué de la tierra. Abrí los ojos, ahí estaba él. Entre el impacto de la revelación y el sopor producido por la mañana sentí miedo. Ahí estaba él pero no era suficiente. La soledad me mecía de nuevo. / ¿luna o clítoris distraido? lengua de sal entre la música. Orfeo de tristes cuerdas. Euridice desnuda delante. /

El caballo los observa, lentamente trata de huir, sabe que es su última oportunidad de ser libre. Viajaría hacia tierras lejanas, dejando atrás las ataduras de metal que tanto le pesan/ se decidió a volar, sin pensar más en el pasado, buscando un nuevo amanecer./ Dígame usted que es lo que ocurre. ¿Será una enfermedad? o estará poseído por los demonios.

No soportaría que así fuese, pues el budismo lo impide y mi esposa no soportaría sobarle la panza de nuevo, le parece algo sumamente repugnante y ante todo seria rebajarse a deshacer lo que la familia representa,/ y si se representa con acuarelas y un día llueve. ¿Será suficiente la mancha para recordarlo? o será necesario que alguien vuelva a pintar con algo más fuerte que deje trascendencia con el paso del tiempo. /

También pasaron mis ganas de ti y mi deseo se apagó como se apaga el mundo al cerrar los ojos / la galaxia se viste diablo.